“Me voy morir haciendo empanadas”, había dicho Sara Figueroa y lo cumplió
Sara, siempre frente a la Casa Histórica junto a su canasto. Foto: Luciano Billone.
Sara Figueroa recibía mensajes de cariño de todo el mundo, todo el tiempo. Quien visitaba la Casa Histórica, la visitaba también a ella, sentada al frente con su canasto. Ya ancianita, con lluvia o calor, se ubicaba ahí, todos los días, hasta enero. “Yo me voy a morir haciendo empanadas, no tengo vida si ustedes no me dejan ir a trabajar”, le dijo a su hijo un día que Sara le pidó que se quedara en casa.
“Ha sido la persona que puso en alto, en toda la Argentina, la bondad de la empanada. Y en el mundo entero. Nos mandaban mensajes de todos lados, con mucho cariño”, comentó Américo, uno de sus tres hijos, quien esta mañana le dio un beso en el sanatorio Roca, donde estaba internada la última semana. Américo sentía que algo podría pasarle.