Bienvenido al Country Club
En el asentamiento construido por el movimiento Túpac Amaru, modelo de posible alternativa a los barrios cerrados y la vivienda social.
En la entrada de Alto Comedero hay un cartel que dice “Bienvenida al Cantri”. Ese “cantri” es un error ortográfico fonético de “país”, pero la broma no es peor. “Bienvenidos al Country Club”. Conduciendo, encontrará una gran piscina, un parque infantil con temática jurásica y una réplica del templo inca de Tiwanaku. Estas extravagantes comodidades se encuentran entre hileras y hileras de casas de un solo piso. Desde la distancia, las terrazas se asemejan a un trozo de Liverpool de clase trabajadora, excepto que aquí, en el noroeste de Argentina, lo que parecen ser chimeneas son tanques de agua de lluvia marcados con el rostro del Che Guevara. Esto no es realmente un club de campo; esto es vivienda social, vivienda social como nunca la ha visto.
Alto Comedero es la más grande de las comunidades construidas por un movimiento social llamado Túpac Amaru. Con sede en la ciudad de San Salvador de Jujuy, donde Argentina se acerca a la frontera con Bolivia, Tupac Amaru afirma representar a los más necesitados de la sociedad, brindándoles vivienda, educación, atención médica o cualquier otra cosa que requieran; puede ser una comida o un par de Zapatos. Además de su propio sistema de vivienda, tiene sus propias fábricas, escuelas y hospitales, un grado de autosuficiencia que ha llevado a algunos a concluir que Túpac Amaru es efectivamente un estado dentro de otro estado. Tiene más de 70.000 miembros, o seguidores, según se los defina, compuestos en su mayoría por indígenas Kolla. Un movimiento revolucionario con ideales cuasisocialistas,


Tupac Amaru ha construido miles de casas para los más pobres de esta región. Comenzó con apenas 148, cuando Milagro decidió que incluso ella, sin experiencia en construcción, podría hacer un mejor uso de los subsidios de vivienda del gobierno que los políticos locales corruptos. Hoy controla la financiación del gobierno por valor de 1.000 casas al año. Pero su verdadero genio está en cómo gasta ese dinero. Tupac Amaru creó sus propias fábricas de ladrillos y acero, lo que hizo que el proceso de construcción fuera mucho más eficiente. Al recibir 93.000 pesos (23.000 dólares) por casa, un tercio menos que las empresas de viviendas en volumen, construye esas casas cuatro veces más rápido que el sector privado. Una razón es que emplea a los pobres como mano de obra, lo que debe convertir este en uno de los pocos planes del mundo en los que se le puede pagar por construir su propia casa, y luego se la puede dar gratis.
Es difícil entender el urbanismo particular que ha creado Tupac Amaru, esa combinación de exurbia, parque temático Disneyesque y socialismo radical.

El urbanismo de parques temáticos de Alto Comedero es igualmente sui generis. Lo que Tupac Amaru ahorra al crear sus propias fábricas y al eliminar a todos los intermediarios —los desarrolladores, las empresas constructoras y los arquitectos— puede reinvertir en la comunidad como grandes gestos sociales. Fue la noticia de las piscinas lo que me trajo por primera vez a Jujuy: la idea de que con un simple gesto se podía hacer sentir ricos a los pobres. Y, sin embargo, esperaba algún tipo de evento rectangular estándar, no el parque acuático ameboide que me esperaba en Alto Comedero, con sus figuras de pingüinos gigantes y morsas. Ver el júbilo con el que un niño bombardeaba en picado esa agua fue suficiente para validar todo el concepto.



—Justin McGuirk,
periodista y crítico
